Moreno Bonilla no puede jugársela a su socio de gobierno, a Ciudadanos, al menos públicamente. Por la espalda lleva dos años tratando de anularle. No tiene excusas y sabe que si lo hace por la “tremenda” tendrá muchos más perjuicios electorales que beneficios. Incluso la facción más centrada y centrista de su propio partido se lo llevaría a mal, por no hablar de los votantes, que podría virar a Espadas, con un carácter muy sosegado.
Por otro lado, las encuestas le dan un empate técnico de bloques, aun echándose en las garras de VOX, quienes tampoco le aseguran la suma, ni una legislatura agradable. Un viraje electoral del voto del centro le dejaría con la miel en los labios y marcado para siempre por el abrazo a VOX. Sería su final político.
Moreno Bonilla sabe que le está “cogiendo el toro”, los resultados económicos y de empleo no es que no mejoren a los del PSOE de Susana, sino que son mucho peores, ni uno solo de los 600.000 empleos prometidos en campaña; la educación y la salud hecha unos “zorros”, con hospitales y ambulatorios cerrados; Juan Espadas cada vez coge más musculo y empieza a arrebatarle el espacio del centro, VOX no cumple con las expectativas y el votante de Ciudadanos se marchará al PSOE si se descubre un facto a futuro con la ultraderecha. Entre la espada y la pared, o más bien entre Espadas y VOX, Moreno Bonilla está completamente atrapado, sin mucho margen de movimiento, azuzado desde Madrid, podría dilapidar la ventaja que tenía solo hace unos meses. Se avecina marejada.