O cambia la ley electoral o quedan los dos grandes, y en ambos casos serán los dos grandes los que estarían; la gente está cansada de circo y puede optar por eliminar a los nuevos y jugar al ajedrez como siempre, blancas y negras.
Los próximos comicios van a ser un alivio para los ciudadanos, lógicamente, les entiendo, si, pereza si da y mucha. Sobre todo porque iremos a votar a las mismos cinco opciones, las mismas caras y los mismo delirios personales de por medio. Pero miren ustedes, tras los resultados, o bien no van a tener más remedio que entenderse, o van a quedar tan en evidencia que no les va a quedar otra salida que buscar una solución para que la ley electoral cambie. Pero claro antes de eso tiene que haber consenso y gobierno.
Las encuestas dan como ganadores por una parte al PSOE y al PP que recuperará el terreno perdido; lo interesante será saber en qué lugar quedan cada uno de los contendientes. Los bloques no han dado buenos resultados en los pasados comicios, así que lo más seguro es que veamos a cada líder hacer la guerra por su cuenta. Sánchez ya no aludirá al “trifachito” y Casado no va a confiar en Rivera y Abascal para tumbar al bloque progresista. Cada cual a lo suyo y a arremeter con todo a lo que se mueva, esté en enfrente, detrás, a derecha o izquierda.
Quizás sean los votantes quienes hagan la propia selección natural, vuelva a rondarnos en la cabeza aquello del voto útil y de forma sutil, sea el bipartidismo quien se instale de nuevo en las cámaras. Nuestro país no es un país de grandes cambios, somos tradicionalistas y profundamente inmóviles; y a clase política no ha sabido, o no ha querido, evolucionar ante un panorama nuevo. Claro, que para enamorar hay que ser interesante, y aquí hace mucho tiempo que nuestros políticos tienen el “sexapil” perdido.
Los ciudadanos, hastiados de tanta incertidumbre pueden coger la vereda más corta y eliminar de la ecuación a los que les sobran por un lado y por el otro. Tampoco es que se les haya notado demasiado al llegar y tampoco se les notará al irse, pensarán algunos. Iban a cambiar la política, a enterrar a la casta… “Casoplón”, la mujer de número dos, y a vivir como un dios. Otros venían a salvar al país de los “trincadores” y darle un aire de centro moderno… gobierna pactando con la ultraderecha, y la ultraderecha… pues eso.
Ante tanto dilema, es posible que el ciudadano de a pie coja por el camino de en medio. El españolito medio, el que carga con la hipoteca, las averías del coche, los gastos del cole, y un largo etcétera para llegar a fin de mes, no está dispuesto a ver más dimes y diretes, lo que quieren es un gobierno en condiciones y un presidente de una puñetera vez.