Donald Trump, el sumun populista, líder del mundo, líder de la primera potencia mundial, no es más que un peligro público con carta de complacencia.
Decía Pepe Mújica que “el poder no cambia a las personas, sólo revela quiénes verdaderamente son”. Quizás se ha levantado esta mañana con la sensación de que nuestra sociedad moderna le otorga oportunidades a quien no las merece; credibilidad a los mensajes populistas disfrazados de demanda social y poderes a quien se le ve a la legua que va a hacer un uso fraudulento, interesado y egoísta de ellos.
“De aquellos polvos vienen estos lodos”, el sabio refranero nos otorga una vez más la clave de lo que está pasando. Donald Trump aparece en escena tras un pasado repleto de polémicas, ofreciéndose como el salvador de la sociedad corrompida con unas recetas retrógradas, sexistas y racistas. ¿Les suena de algo?
Donald Trump y los populistas por el mundo: Le Pen, Maduro, Iglesias, Tsipras, Meuthen, Abascal, Bolsonaro, son claros ejemplos de líderes ULTRA-TODO.
Esta misma situación se repite en Europa y Sudamérica, por no hablar de las dictaduras de China, Corea del Norte u Oriente Medio, donde los populistas, tanto de derechas como de izquierdas, calan fuerte en la sociedad. Sus mensajes directos, hechos a la medida del hartazgo de la gente, son el “acelerante” de una población frustrada dispuesta a todo lo que haga falta para eliminar sus desgracias. Las dictaduras citadas no son más que un paso posterior, la evolución de la pérdida de derechos fundamentales, la consecución del poder total a través del populismo.
Otorgarle credibilidad, en contra de las democracias y derechos conseguidos durante décadas, no es más que un paso atrás, dándole alas a aquellos que solo vienen a aprovecharse de la coyuntura. Los innumerables capítulos de corrupciones y abusos de poder de los últimos años son el germen, pero esto no debe justificar el retroceso social.
Estos populismos crecientes son solo el reflejo de lo débiles que se han vuelto nuestros sistemas políticos, zarandeados durante décadas por la corrupción, han perdido la confianza de la sociedad, por eso hay que pulgar dichos sistemas, no destruirlos.
¿Alguien piensa que serán mejores? ¿Alguien piensa que una vez en el poder no arrasarán con todo como ha hecho Donald Trump en su último aliento desesperado por agarrarse al poder? ¿dónde estará el límite para estos fenómenos populistas? Ya vivimos un peligroso ejemplo hace tan solo unas décadas, su nombre, Adolf Hitler.