Sebastián Pérez Coronel
Y sin embargo se rompió España, nos rescata Europa y nuestra libertad está coartada…
Por suerte para la ciudadanía y desgracia para los agoreros del apocalipsis “zombie-politíco” nada de eso ha sucedido.
Pero claro, si ponemos en el punto de mira el independentismo (que curiosamente no se habla de él), la imaginaria crisis económica (que niegan todos los economistas y datos macroeconómicos) y el deterioro de la libertad y calidad democrática (que aún están preguntándose muchos analistas políticos el porqué del “Ayusismo” siendo ellos quienes la han encumbrado para arrepentirse ahora…), no se habla, como se dice en mi pueblo, de las cosas del comer.
Las cosas del comer, eso que diariamente nos afecta en cada paso que damos, como la sanidad, el empleo, la subida de los precios de la electricidad (que da, no para otro artículo, sino para un libro entero)…
Uno sigue pensando que ser un “viejoven” es requisito indispensable para a regeneración de células, creación de anticuerpos y luchar contra los virus, y que eso de ir al médico o a urgencias, sólo sirve para colapsar el sistema y sólo es necesario cuando realmente la vida está en riesgo… nada más allá de la realidad, lo que viene siendo, un auténtico golpe de realidad, o una hostia, así, sin más.
Al levantarme, digamos día 1, de la cama, siento una pequeña molestia en el empeine del pie, algo que, evidentemente no me priva de seguir mi día a día sin problema, ya que no recuerdo ni un golpe, ni una torcedura ni nada parecido.
Día, 2 y 3, el dolor sigue presente, pero es aceptable.
Día 4, al apoyar en el suelo el pie tras levantarme de la cama, el dolor pasa a ser insoportable, tanto, que torpemente consigo apoyar mis brazos en la pared para no caerme. Uno, como un ciudadano “responsable” que se considera, decide coger cita a través de la aplicación de la Junta de Andalucía, una cita que me da fecha para el día 21, veinte días después del primer síntoma y diecisiete días después de intentar coger la cita. Decido, tras reposo y automedicación para soportar el dolor, asistir a las urgencias del municipio en el que resido, para no colapsar las urgencias del hospital que están para casos muy graves, o eso pienso yo. Una vez recepcionado en el centro de salud, me llaman a consulta, y transcribo la conversación que ocurrió:
Enfermera: Pase.
Yo: Aquí que venía a echar una carrera (sin poder apoyar el pie cojeando)
… … …
Yo: Le cuento que me pasa, desde el viernes llevo con una molestia en el pie que se ha agravado…. (al ver que ni tan siquiera preguntaba….)
En: ¿Ha sufrido algún traumatismo o golpe?
Yo: No
En: Pues tengo que pincharle.
Yo: Digo yo que tendrá que mirar el pie, aunque sea, ¿no?
En: ¿Por qué no ha cogido cita con su médica?
Yo: Porque no hay cita hasta dentro de veinte días, y como comprenderá, una persona no puede estar así sin apoyar el pie.
En: Pues yo no puedo recetarle nada.
Yo: Entonces entiendo que tendrá que derivarme a urgencias del hospital.
En: Es que en Urgencias te vas a llevar once horas…
Yo: Bueno, entiendo que antes de ponerme un tratamiento tendrá que saber lo que tengo…
En: Yo no puedo recertarle nada…
Me levanto y me voy.
Una enfermera, ¡ojo!, una enfermera sin tan siquiera consultar con un médico/a, me quería pinchar un calmante, sin saber lo que yo tenía, y que aguantara hasta cuando pudiera el dolor y que mi médica de cabecera, ya cuando tuviera cita, me viese.
No voy a criticar a los y las profesionales del SAS, que entiendo perfectamente las condiciones laborales a las que están sometidos, culpo a la nefasta gestión de aquellos que hace tres días clamaban por una “sanidad digna” que hoy más que nunca está raquítica, falta de presupuesto y personal, cuando hace tres días, han echado a la calle a 8.000 sanitarios, será que no hace falta…
Es aún más sencillo y la respuesta es clara, ¿nuestra sanidad está mejor que en 2018?
No, sin presencialidad en los centros de salud, con más de un año en lista de espera, con profesionales al bordo del colapso psicológico….
Hoy más que nunca, por una sanidad y de calidad, que ya otro día hablamos de los. 600.000 empleos que prometía Moreno Bonilla…